Planteamiento del problema
El “mes” jubilar de Cusco ha generado un interesante debate acerca del “saludo del Collasuyo” -como algunos le han denominado- a la ciudad de Cusco, me refiero al pasacalle de saya y caporales (de origen afro-boliviano de los yungas) realizado por púberes, jóvenes y adultos, cusqueños en su gran mayoría, en honor a la ciudad, a su historia y títulos internacionales; quienes cuentan con menos información, han catalogado la crítica y proposición del problema público local como actos de discriminación e intolerancia a un “simple” saludo a la ciudad, claro, sin reconocer que dicho saludo supone, en muchos casos, como en gran parte de las fiestas costumbristas, comportamientos libertinos, exhibiciones sin sustento cultural y exceso en el consumo de bebidas alcohólicas que en conjunto generan –para muchos- una malísima imagen en la ciudad, en la sociedad y en la proyección turística más allá de la fría monumentalidad.
Al respecto, debo decir que -de verdad- ese no es el problema, es más, que las niñas y chicas quieran mostrar sus tanguitas y medias color carne para estilizar la piel de sus piernas o que los caporales salten por las calles cuasi ebrios, tampoco es problema, en Puno eso es patrimonio inmaterial, aunque claro, hay que dejar en claro que no solo se baila saya y caporal, la danza puneña es más que eso; entonces, el problema gira entorno a que ni siquiera saben lo que hacen o lo que representan, créanme que se lo he preguntado a más de uno sin que haya recibido respuesta sustentada alguna, para ellos es una cuestión de traje de luces, y si así es –yo- preferiría que samben por las calles, claro, imaginen ustedes, podríamos alternar entre boliviano y brasileño de vez en cuando y no tendría nada de malo, sobre todo si no se sabemos lo que hacemos.
Es posible que por mis palabras algunos me llamen chovinista, regionalista, etc., lo que es irrelevante, pues, como decía, ese no es el problema, para mi es una cuestión de omisión de actos institucionales que no se puede justificar en modo alguno, máxime si se tiene en consideración la relevancia de la ciudad, no en el país, sino, en el mundo; para explicar ello, recopilé algunos artículos científicos a los que haré alusión en adelante.
Identidad y patrimonio inmaterial
Olga Molano, en su artículo científico “Identidad cultural, un concepto que evolución”, realiza un cuestionamiento interesante acerca de ¿Qué es la identidad? Practica una respuesta manifestando que es el sentido de pertenencia a una colectividad, a un sector social, a un grupo específico de referencia. Dice además que esta colectividad puede estar por lo general localizada geográficamente, pero no de manera necesaria (por ejemplo, los casos de refugiados, desplazados, emigrantes, etc.). Precisa que hay manifestaciones culturales que expresan con mayor intensidad que otras su sentido de identidad, hecho que las diferencia de otras actividades que son parte común de la vida cotidiana. Por ejemplo, manifestaciones como la fiesta, el ritual de las procesiones, la música, la danza. A estas representaciones culturales de gran repercusión pública, la UNESCO las ha registrado bajo el concepto de “patrimonio cultural inmaterial” (Romero Cevallos, 2005: 62).
Además dice que “La identidad sólo es posible y puede manifestarse a partir del patrimonio cultural, que existe de antemano y su existencia es independiente de su reconocimiento o valoración. Es la sociedad la que a manera de agente activo, configura su patrimonio cultural al establecer e identificar aquellos elementos que desea valorar y que asume como propios y los que, de manera natural, se van convirtiendo en el referente de identidad (…) Dicha identidad implica, por lo tanto, que las personas o grupos de personas se reconocen históricamente en su propio entorno físico y social y es ese constante reconocimiento el que le da carácter activo a la identidad cultural (…)” (Bákula, 2000: 169).
La misma autora, dice además, que la identidad está ligada a la historia y al patrimonio cultural, refiere que la identidad cultural no existe sin la memoria, sin la capacidad de reconocer el pasado, sin elementos simbólicos o referentes que le son propios y que ayudan a construir el futuro. Cita que “Lo inmaterial se convierte totalmente en material cuando se protege, se conserva, se preserva y archiva. Cuando se establecen políticas de preservación cultural a través de imágenes fotográficas, filmaciones en video, o grabaciones sonoras, los resultados se perciben en las producciones de materiales concretos y físicamente corpóreos: cintas de video/sonido, análogas o digitales, material fotográfico, material fílmico y similares (…) Es decir, se conserva el patrimonio inmaterial a través de medios materiales” (Romero Cevallos, 2005: 46).
En su artículo refiere también, de manera trascendental, que en América Latina, la sede del Centro Regional para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial se encontrará ubicada en Cusco; creemos que ello es obvio y que dicho aserto se vincula a la importancia que tuvo en la historia y que tiene actualmente de acuerdo a su declaración de patrimonio cultural de la humanidad, sin que parezca importarle a muchos, que en un mes jubilar pueden hacer un sancochado de propuestas artísticas al mismo tiempo que permiten que el Boleto Turístico excluya al Centro Q’osqo de Arte Nativo.
Por otra parte, en un artículo también científico denominado “Aproximación teórica a la identidad cultural” Iliana e Idania Fernández Peña se formulan la interrogante siguiente ¿Qué es entonces la identidad cultural? Tras la investigación respectiva precisan que la categoría identidad cultural fue abordada por los siguientes autores: Maritza García Alonso y Cristina Baeza Martín (1996); Mario Bello y Milagro Flores (1997), María Árias y otros (1998), Carlos Córdova (1999), Amauris Laurencio (2002), Lecsy Tejeda (2003), Rigoberto Pupo (2005), por lo que, desde su perspectiva y de forma general coinciden en analizarla como:
–          Una totalidad, que compendia tanto el momento de mismidad, como el de otredad, y en sí misma presupone la diferencia.
–          Un grupo humano que se autodefine, pero a la vez es necesario que sea reconocido por los demás.
–          Un proceso de formación y transformación, abierto, inacabado.
–          Un proceso de crecimiento personal, que va ampliándose hasta alcanzar connotación de identidad cultural cuando se manifiesta a través de un grupo social, cuando se toma conciencia de una manera de concebir el mundo, cuando ya es parte de un mundo y no solo de una persona en específico o de una familia o de un grupo social pequeño.
–          La que caracteriza una determinada región o zona del mundo, con rasgos propios, comunes y específicos. Refleja además, las diferencias dinámicas de un pueblo respecto a otro. Cuando se hace referencia a aquellos hombres que son portadores de la identidad cultural se indica determinada estructura social que los aglutina y ordena en torno a un todo común que parte de pequeñas unidades o grupos sociales: la familia, la comunidad, la nación y todos los elementos de la estructura social.
–          Procesos identificatorios personales, grupales y sociales, y también como un lugar de síntesis estructural y funcional del quién soy. Y ese quién soy es individual, pero también grupal y nacional.

En ambas investigaciones se concluye que la identidad cultural es asumida como un proceso comunicacional entre culturas, a través del que se manifiestan rasgos propios, específicos, que caracterizan a un grupo, región, comunidad, pueblo, nación, a partir de los elementos identificadores y diferenciadores y en la que tiene lugar diferentes niveles de realización.
 
Del mismo modo se concluye que es necesario realizar un breve recorrido por el origen y contenido conceptual de las palabras como cultura, identidad y patrimonio y emplear los conceptos y contenidos de las definiciones de la normativa internacional que existen al respecto, resultado de años de discusiones interdisciplinarias y de consensos conceptuales, de modo que las palabras, normas y contenidos generan un lenguaje que ayuda a “leer” en claves comunes las diversas experiencias que por su propia naturaleza (un territorio, una identidad, una cultura, ciertos productos del lugar) son únicas e incomparables.
Refieren las autoras, que conceptos como cultura encierran muchos aspectos del desarrollo humano, que se manifiestan en lo inmaterial (como el conocimiento, las tradiciones, forma de ver la vida, valores, etc.) y lo material (diseños, arte, monumentos, etc.) de una colectividad. Algunas manifestaciones culturales plasmadas en bienes, productos y servicios pueden generar un sentimiento de pertenencia a un grupo, a un territorio, a una comunidad (un sentimiento de identidad) y, además, fomentar una visión de desarrollo del territorio que implica la mejora de calidad de vida de su población.
Dicen que pareciera difícil pensar en desarrollo territorial con identidad sin incorporar centralmente los activos culturales de la población de un territorio. Refieren por ello que en la teoría como en la práctica, se puede apreciar que el desarrollo de un territorio supone una visión que pasa por una acción colectiva, que involucra a los gobiernos locales, regionales, el sector privado y la población en general, y consideran que esta acción colectiva implica numerosas actividades que pueden basarse en lo cultural, como la identidad y el patrimonio.
Finalmente, coligen que la identidad supone un reconocimiento y apropiación de la memoria histórica, del pasado. Un pasado que puede ser reconstruido o reinventado, pero que es conocido y apropiado por todos, de modo que el valorar, restaurar, proteger el patrimonio cultural es un indicador claro de la recuperación, reinvención y apropiación de una identidad cultural.
Evaluación del problema y conclusión
Nuestro patrimonio cultural –cusqueño- gira entorno a la monumentalidad de los bienes con que contamos, lo que no está mal, pero que, desde mi perspectiva, ha dejado de lado el patrimonio cultural inmaterial como la cocina cusqueña (hoy menos importante que la arequipeña por ejemplo), la danza cusqueña (hoy menos importante que la puneña por ejemplo, la que inclusive, de manera plausible ha sido declarada patrimonio cultural inmaterial de dicha región, pero no solo en base a saya y caporal, sino, a una multiplicidad de danzas), etc.
En ese sentido, considero que es un problema de omisión institucional de gobierno regional y gobiernos locales que no abordan y se abocan al desarrollo y afianzamiento del patrimonio cultural inmaterial de sus circunscripciones, como sucede con el quechua por ejemplo, y se replica con la falta de impartición, información e instrucción de contenidos significativos en torno a nuestro arte, su origen, su explicación consuetudinaria, su origen y expresión popular como la danza.
Es cierto que uno es libre de bailar lo que quiera por diversión aunque sea por supina ignorancia, pero es poco probable que se pueda generar identidad cultural con el patrimonio cultural inmaterial que no se conoce, cuestión que no se vincula a la educación familiar, sino, a la educación formal diversificada en las particularidades de la región, a través de las danzas y costumbres de cada distrito y provincia.
Cito algunas danzas, como: Carnaval cusqueño, Turkuy, Sallaq tusuy, Saras pillu, Qaswa kio, Carnaval de Amphay, Carnaval de Mollomarka, Carnaval de Sullumayo, Solischay, Q’ara Takay y K’ajcha e invito a preguntarse ¿Cuánto y qué saben de cada una? Sepan que estas no representan ni siquiera el cinco por ciento de las expresiones costumbristas de la región, cuya significancia tiene un contenido cultural expresado en la danza, sin que como ciudadanos de la región parezca importar, apena que todo ello se pueda perder sin que se ponga en valor, como no sucede con expresiones foráneas, cuyo origen ni siquiera se conoce, pero se practica por moda y luces.
He ahí el problema de institucionalidad, ya que, en una región en que no se articula el trabajo de los gobierno locales, el gobierno regional, la Dirección de Cultura y la Dirección de Educación para trabajar en el fortalecimiento de la identidad cultural a través del reconocimiento del patrimonio cultural inmaterial, es probable que en unos años más perdamos toda vinculación con nuestro origen y vinculemos nuestra historia –únicamente- a la monumentalidad.
Patrick Pérez
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