Podemos jurar que el contenido de la columna de hoy, estaba referido a una temática totalmente diferente, pero la indignación por un comentario xenófobo y grosero que leímos en redes sociales, nos hizo cambiar de opinión.
Inexorable el ciclo de la vida humana: “eso de nacer para morir”. El sensible deceso (ocurrido el 03 de junio del 2016) de quien el 17 de enero 1942 naciera bajo el nombre de Cassius Marcellus Clay, Jr., ha animado a sus diversos detractores actuales a publicar mensajes racistas y de ninguneo, respecto del ahora recuerdo de quien hace mucho tiempo causara polémica con sus decisiones y su afán por un mundo mejor a partir de la igualdad práctica entre los semejantes.
Al convertirse al Islam, adoptó el nombre que el “hombre” hizo inmortal. Muhammad Ali, renunció a la identidad que le diera su padre, por considerar que se trataba de una apropiada para esclavos.
Ali (su apellido, no su nombre “de pila”), fue mucho más que el exitoso y universal boxeador que la historia ha registrado, protagonista de 61 combates de los que salió victorioso en 56, digno merecedor del Oro Olímpico en Roma 1960 e indiscutible campeón de los pesos pesados en 1964, 1974 y 1978, fue sin duda alguna, un luchador en toda la extensión de la palabra y aunque su aporte a la humanidad trascendió largamente los cuadriláteros, no es la lección existencial que diera tras su dura batalla contra el parkinson, la que nos obliga a estas líneas, pues el interés nuestro nos hace ver al activista, al militante, al “guerrero” social, muy lejos de ese personaje que graficara la prensa deportiva y del mito que a su alrededor se creara.
Seguro de su popularidad y del estatus que ello le significó, Ali asumió consciencia de sus orígenes y de la importancia de ser alguien por esfuerzo propio, con firmeza en sus convicciones y lealtad inquebrantable a sus ideales.
Es así que en 1967 rechazó ser enrolado en el ejército de los Estados Unidos, que se hallaba enfrascado en la Guerra de Vietnam, declarándose objetor de consciencia, o sea alguien que desde la ética o la religión decide desacatar órdenes o leyes que obligan a realizar actos o servicios, por considerar que el primer tribunal al que se debe un hombre libre, es el de su propia consciencia. Bajo esa noción se han desarrollado conceptos jurídico-políticos como la desobediencia civil y la resistencia a la opresión, proclamado este último en la famosa
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano a propósito de la Revolución Francesa de 1789.
A pesar de la riqueza doctrinaria que aquellos conceptos involucran, Ali fue procesado judicialmente, ridiculizado por un magistrado y aunque no fue privado de su libertad, la decisión judicial le significó el despojo de su título mundial y su licencia para el boxeo, lo que le impidió sostener una pelea profesional hasta 1970.
Inspirado en el ejemplo de su contemporáneo y amigo Malcom X, no solo siguió la línea religiosa y política de aquél incansable mártir de los derechos afroamericanos, sino que decidió comprometerse en causas sociales variadas, involucrando su cuantiosa fortuna, la cual le permitió sostener una serie de obras tales como escuelas para personas humildes. Fue conmovedor escuchar el discurso de una de las beneficiarias de esos colegios, que con lágrimas en los ojos dijo adiós a su mecenas, durante sus exequias.
Luego de colgar los guantes, Muhammad Ali, intensificó sus actividades en defensa de los valores islámicos y musulmanes en general, llegando a viajar a Afganistán como “Mensajero de la paz” de las Naciones Unidas el año 2002, el sentido político militar de esa visita fue evidente, pero ello será materia de otro comentario. El 2004 recibió el premio Jalil Gibran del Instituto Árabe-Americano, por su contribución en favor del mundo en desarrollo y en el 2005 recibió en Berlín la Medalla por la Paz Otto Hahn.
Prolífica y paradójica la tarea de Ali en relación a la consecución de una sociedad con vocación pacifista, siendo que su fama la alcanzó en un deporte calificado de violento, resulta interesante analizar sus propias palabras en relación a esa disciplina: “Es solo un trabajo. La hierba crece, los pájaros vuelan, las olas golpean la arena y yo pego a la gente”.
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Source: Cusco Noticias