Hoy no escribimos de política, de ciencia o sociedad, no nos ocupamos de esos temas que a los lectores de ésta columna importan; hacemos un paréntesis, para así detenernos en materias humanas y de orden reflexivo.
Dedicamos estas letras a una gran persona, su exitosa carrera y los efectos de una enfermedad que lo aquejó por muchos años, conduciéndolo a su eventual ocaso.
Dice Wikipedia que Robin McLaurin Williams o simplemente Robin Williams, nació en Chicago el 21 de julio de 1951 y falleció en California el 11 de agosto del 2014.
El actor norteamericano, comediante ganador de un premio Oscar y cinco Globos de Oro, alcanzó popularidad en el mundo fílmico por películas como Jumanji, Buenos días Vietnam (nuestra favorita), El Rey Pescador, Aladdín, La sociedad de los poetas muertos, Patch Adams, El hombre bicentenario, entre otras que protagonizó o en las que participó como actor secundario (de reparto).
Fue hijo de una familia acomodada, en su infancia nunca pensó en dedicarse a la actuación, su interés por el teatro apareció cuando “los Williams” se mudaron a California, allí dejó sus estudios de política, llegando a ser aceptado por prestigiosas escuelas de actuación, en las que logró vincularse con personalidades influyentes que le permitieron obtener su primer contrato teatral y al poco tiempo, su aparición en la serie televisiva “Mork & Mindy”, en la que interpretaba a un joven extraterrestre.
Con su consolidación actoral llegó la fortuna, más de cincuenta instituciones recibieron dinero y tiempo que Williams destinó a obras sociales. Al definirse asimismo como un “judío honorario”, se mostraba convencido de “la causa” israelí, pero profesaba el cristianismo episcopal.
Parafraseando a la abogada y psicoanalista peruana Carmen Gonzales -quien analizó en su programa, las aparentes circunstancias que rodearon la muerte de Williams-, resulta que nos hallamos ante alguien que siempre se mostró sonriente, interpretando obras vinculadas con mensajes positivos, pero que tenía un lado “gris” y con “precesión por dentro”, pues llevaba una vida llena de angustias, lubricada por el alcohol y matizada por el consumo de estupefacientes; es así que en muchas ocasiones se sometió a terapias en centros de rehabilitación, pero perdió una a una, esas batallas capitales.
Como evidencia del trastorno emocional que lo perturbaba, alguna vez dijo Williams: “Solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es, lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo”. Gonzales dice que el actor se equivocó “porque nadie nos hace sentir solos”, considera que la soledad es una categoría individual que corresponde a quienes no han aprendido a acompañarse a si mismos.
Si un padre que está obligado a cuidar a sus hijos o hijas, mas termina abusando de las criaturas, golpeándolas o explotándolas, claro que deja a su descendencia en la más absoluta soledad. Cuando un marido renuncia a la tarea de cuidar y responder por su mujer, no es compañero ni solidario con sus sueños o aspiraciones, claro que es el causante de su soledad. No se trata entonces de asumir que alguien tenga el poder o la magia para traspasar penas, se trata de identificar a los responsables de esa soledad moral o material de la que cualquiera puede ser víctima.
Con lo dicho, nos permitimos contradecir a Carmen Gonzales, sin ánimo de sustituirnos a los especialistas en el “estudio del alma”, ni pretender usurpar los predios de quienes han concluido un curso de psicoanálisis freudiano y ahora se dedican a distribuir lecciones de vida por los medios de comunicación capitalinos.
Entiéndase entonces este modesto documento, como un comentario no vivencial, recogido de aquellos que han sufrido los embates de ese flagelo de los hombres contemporáneos que llaman “depresión”.
La depresión es una enfermedad capaz de alterar a quienes la padecen, provocando en aquellos, un desapego total por la vida; eso implica, la ausencia de ganas y razones para seguir existiendo y ello no porque “alguien” los haya contagiado de pena o dolor. Claro está que la depresión no tiene origen viral o bacteriano, lo que ocurre es que Williams se atrevió a denunciar valientemente, el comportamiento inaceptable de quienes son la fuente de esa sensación de vacío (o suerte de inopia existencial), lo que equivale a afirmar que en ocasiones, el sufrimiento humano tiene nombre y apellidos.
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Source: Cusco Noticias