Por: Cecilia Blume

“Hoy, sinceramente, no sabemos hacia dónde vamos, y una empresa brasileña parece ser el titiritero de los peruanos”.

Escuché hace poco que el Ejecutivo y el Congreso han perdido sus agendas. Eso lo resentimos todos. Empu­jados por el pleito entre estos dos poderes del Estado, entre chismes y política, entre acusaciones e insultos, nuestra sociedad está llegando a repudiarlo todo.

El Poder Judicial no se queda atrás y pone su cuota de desorden con las prisiones preventivas, que son lo más alejado de la justicia. La absolución del agresor de Ar­lette Contreras nos revela una institución que, simple­mente, no aplica la ley. Y si ellos no lo hacen y no les importa siquiera que el país entero lo vea, entonces no queda mucho de justicia.

Ni los que seguimos la política de cerca sabemos qué va a pasar, y eso es lo peor para una nación. Así como en nuestras familias tenemos un trabajo que nos permite unos ingresos para planificar el año, los ciudadanos ne­cesitamos un marco de predictibilidad sobre lo que va a pasar en el país. Hoy, sinceramente, no sabemos hacia dónde vamos, y una empresa brasileña parece ser el titiritero de los peruanos.

Estamos a la espera de que a fin de mes Jorge Barata, el más ‘exitoso’ empresario brasileño que hemos tenido en el Perú, cuente cómo sobornó a políticos, empleados públicos y otros en la búsqueda de hacer negocios ilíci­tamente. El daño que ha hecho Lava Jato es inmenso y el Ejecutivo está atrapado intentando responder, al mis­mo tiempo, a la política y a la economía.

Por un lado, el Gobierno quiere que el país no decrezca. Por el otro, mientras busca un castigo lógico para los delincuentes, escucha a algunos políticos que –por un desafortunado afán de figuración política– parecen bus­car más bien un linchamiento.

La venta de la hidroeléctrica Chaglla es el ejemplo más palpable de esto último. La empresa china Three Gor­ges Corp. quiere comprar este activo de Odebrecht por aproximadamente US$1.400 millones. Tiene hasta ma­ñana para hacerlo antes de que expire el contrato de compra y venta.

Para que la operación se realice de manera exitosa, el Ministerio de Justicia (Minjus) debe fijar una reparación civil, de modo que se detraiga del precio de venta y quede dinero para cubrir los daños de Odebrecht al país. Para ello, el Minjus ha recibido un planteamiento del comprador en el que se detallan los pagos a los trabaja­dores, a los proveedores, a la Sunat y otros.

Desafortunadamente, parece que entre esos “otros” hay pagos que necesitan ser autorizados antes de realizarse, pues se encuentran dentro de los alcances del Decreto de Urgencia 003. La norma, entonces, debe ser modifi­cada para ver este tema.

Por todo esto, el proceso está paralizado. Chaglla no puede venderse. Los proveedores están quebrados y se ha destruido valor en muchas empresas. De otro lado, están también quienes sospechan que parte del “mane­jo” de Odebrecht se debe a la presión que estaría ejer­ciendo la empresa para que, con la venta de Chaglla, pueda pagar la reparación peruana y la que se le ha impuesto en otros países.

Si el Congreso paraliza al Ejecutivo, imagínense lo que sucede con el resto del sector público. ¿Quién decidirá el monto de la reparación civil de Odebrecht? ¿Quién fir­mará la venta de Chaglla? ¿Quién sustituirá el D.U. 003?

El Ejecutivo y el Congreso deben dejar el enfrentamien­to y pensar en el país. La única agenda no puede estar marcada por el insulto y la agresión, sobre todo la que viene de aquellos que, por gozar de inmunidad, no res­ponden por lo que dicen ni por lo que hacen.

Júntense para resolver Lava Jato, pónganse de acuer­do en cómo hacerlo, por el bien del país. Es hora de que Fuerza Popular abandone su trinchera y se acerque de verdad al Ejecutivo. No para la foto, sino para sacar adelante al Perú. Estamos perdiendo la oportunidad de seguir creciendo como deberíamos, y esa factura la ten­dremos que pagar todos, incluidos nuestros hijos.

Realmente, ¡qué facilidad para destruirnos! La corrup­ción debe sancionarse severamente, sí, pero el país tiene que seguir adelante, sobre todo los ciudadanos, quienes debemos sentir que trabajamos para llegar a al­guna meta. Hoy todo es inseguridad e incertidumbre, y parecería que se han juntado el hambre y la necesidad.


Source: El Sol