Por: José Luis Luján
En la historia del cristianismo, ningún papa como Francisco se ha comprometido tanto con el cuidado del medioambiente y su rechazo rotundo a la contaminación del planeta, producto de 300 años de salvaje capitalismo.
El santo padre en su encíclica Laudato si (2015) destaca que, en 1971, el beato papa Pablo VI se refirió a la problemática ecológica, presentándola como una crisis, consecuencia dramática de la actividad descontrolada del ser humano, “debido a una explotación inconsiderada de la naturaleza, [el ser humano] corre el riesgo de destruirla y de ser a su vez víctima de esta degradación”.
Francisco agrega la “urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad”. En esta famosa encíclica hace un llamado “al desafío urgente de proteger nuestra casa común”, que incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, con base en el diálogo para una solución concreta a la crisis ambiental y los efectos del cambio climático.
Hoy, cuando el santo padre arribe a Puerto Maldonado, capital de la biodiversidad, en Madre de Dios, pisará el centro del atentado ecosistémico más grave en el planeta, debido a la extracción de oro (anteriormente, a inicios del siglo XX fue el caucho) por 30,000 mineros informales, que contaminan la selva y sus ríos con 40 toneladas anuales de mercurio, desde más hace dos décadas; y la deforestación de 32,000 hectáreas, también a causa de madereros formales y agricultores, donde el 75% de la población está condenado a la muerte por consumo de pescado contaminado.
La población mayormente indígena procedente de antiguas tribus amazónicas del Perú, y de Bolivia y Brasil, espera un compromiso alentador, esperanzador y comprometido del pontífice, para que la comunidad internacional ambientalista apoye al Gobierno peruano en su lucha interminable con este cáncer que corroe no solo bosques húmedos tropicales, que son el pulmón del mundo, y donde existe una importantísima diversidad de flora, fauna y selvas vírgenes del mundo, sino también donde están de-sapareciendo centenares de culturas e historias de etnias ancestrales, que son un bien de la humanidad.
Madre de Dios necesita de una intervención multisectorial urgente, que bien puede ser mediante un programa piloto de rescate ecosistémico y social, por la degradación ambiental, por los efectos del cambio climático, el hambre y la miseria, el analfabetismo, las enfermedades crónicas y la alta mortalidad infantil, la informalidad de todas las actividades económicas, la prostitución, el trabajo y la esclavitud infantil, el alcoholismo y tantos otros males, producto de una agresiva actividad extractiva por el afán de lucro, sin importar la madre naturaleza y la condición humana, pilares fundamentales de la fe católica.
Sociólogo
Source: El Sol
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