Por: Celinda Barreto

Aunque vivió en una época en que la lucha por la independencia del Perú aún no se había iniciado, algunos historiadores consideran a José Baquíjano y Carrillo uno de los precursores de la gesta libertadora.

Nació en Lima en 1751 y, como la mayoría de los hijos de españoles que habitaban estas tierras, se dedicó a la carrera de leyes y su actuación como jurista, maestro y fun­cionario del reino español en el Perú lo convirtió en una de las más destacadas figuras de su época.

Considerar a Baquíjano un precursor de la independen­cia quizá se debió a dos hechos importantes que marcaron su vida. El primero de ellos fue que en un gesto inespera­do, habiendo sido comisionado por la Universidad de San Marcos para dar la bienvenida al nuevo virrey, Agustín de Jáuregui, convirtió esa ceremonia de bienvenida en una protesta contra el maltrato que recibían los nativos de parte de las autoridades española; y el otro hecho destacado fue que junto con otros intelectuales, todos ligados a la corona española, fue uno de los gestores de El Mercurio Peruano, publicación que, quizá sin proponérselo, sentó las bases de lo que posteriormente sería la “patria”.

El elogio a Jáuregui, como se recuerda el hecho de que un representante de la corona española levantara su voz en defensa de los nativos del Virreinato del Perú, es consi­derado por algunos historiadores “el remoto anuncio de la independencia”, porque ese discurso que estaba destinado a reforzar los lazos de nuestro territorio con el reino de Es­paña fue uno de los más encendidos alegatos en defensa de los derechos de los nativos, cuya vida, la historia lo dice y en esa ocasión Baquíjano lo repitió, dependía enteramen­te de las decisiones de las autoridades que los gobernaban. Aquellas personas no tenían ningún derecho, ninguna mi­sericordia les era dispensada, ninguna queja suya era es­cuchada si acaso en su situación de esclavitud llegaban a manifestarla.

Las inesperadas palabras de un personaje del que se es­peraba una adhesión total al régimen existente constituye­ron un hito que se esperaba mejoraría las relaciones entre los gobernantes españoles y la población nativa y mestiza existente en nuestro territorio.

Pero pocos meses después la rebelión de Túpac Amaru II, en la que murieron cientos de miles de indígenas que re­clamaban mejores condiciones de trabajo del indio, el reco­nocimiento legítimo de sus derechos y la abolición absoluta del régimen colonial, volvió a endurecer las relaciones entre ambos grupos.

A raíz de El elogio a Jáuregui, el tribunal de la Inquisi­ción, cuyo poder era en esos años todavía omnímodo, tomó cartas en el asunto y don José Baquíjano y Carrillo, hasta antes de aquel episodio súbdito leal de la corona española, comenzó a ser observado e investigado y se convirtió si no en un personaje hostil, sí en una persona a cuyas acciones había que prestar atención.


Source: El Sol