El 30 de julio de 1971, al concluir las celebraciones por el mes patrio, el Grl. Juan Velasco Alvarado pronunció un vibrante discurso ante la comunidad universitaria de San Marcos; impactados por el mensaje e increíble actualidad del mismo, recreamos pasajes de aquella alocución y aportamos algo de nuestro humilde pensamiento, en lo relativo a la juventud y sus desafíos políticos presentes.
Afirmar que nuestra juventud representa lo más fecundo y auténtico del pensamiento nacional, no solo es verdad, sino que además constituye un axioma social contemporáneo. Los jóvenes necesariamente inconformes, en tanto organizados, siempre serán los mejores peruanos, aquellos a los que todo el tiempo valdrá la pena oír.
Cavilamos en que lo enunciado, ese es el fundamento de la famosa frase del inmortal Manuel Gonzales Prada, esa que no descalifica a los mayores por su avanzada edad, sino a quienes no contribuyeron en la solución de los inconvenientes nacionales que les cupo y que se encuentran obligados a dar un paso al costado, para permitir que otros lo intenten.
Nada hay en realidad que justifique la separación suicida, entre quienes buscamos un mismo destino para el Perú, sea que tengamos más o menos edad, uno u otro sexo, determinada preferencia o persigamos distinción por cualesquier factor.En efecto, mayores o menores, los peruanos somos ciudadanos y como tales, obligados estamos a encontrar las afinidades ideológicas y programáticas que el momento demanda, dejando de lado esos intereses minúsculos, que en lugar de sumar, siempre han dividido y a veces, con efecto irreversible.
Cierto es que en nuestro país han existido y existen, sectores políticamente postergados. Parte del fenómeno progresivo que ha significado más jóvenes en política, corresponde a la voluntad normativa, esa que ha obligado al abandonó de viejas vocaciones oligárquicas, para dar lugar a la participación de representantes de espacios sociales de extracción popular. Tratamos de explicar que la participación democrática, dejó de ser el privilegio de un reducido sector de la población, para constituirse en un atributo de “organizaciones”, bajo la tutela de esos “sistemas de cuotas”.
Hoy los jóvenes peruanos interesados en política, en su mayoría, provienen de hogares humildes, como parte de un progresivo fenómeno de cambio en las esferas sociales, el cual ha contribuido a modificar de manera significativa, la fisonomía de la nación; no obstante, resulta lamentable que tengan que ser los rigores de las disposiciones vigentes, los que impongan mujeres, nativos o jóvenes en las listas electorales municipales, regionales o parlamentarias de las organizaciones partidarias, reflejando pálidamente la composición de los pueblos, por dicterio de la legislación y no por voluntad democrática de las cúpulas, cacicazgos o mafias que las conducen.
Entonces el desafío de hoy es la participación plena y convicta de los sectores populares juveniles, solucionando los problemas de sus comunidades. La juventud y su inteligencia no pueden perma¬necer al margen de una tarea así.
Reflexionemos entonces sobre el papel político de los jóvenes en el Perú del siglo XXI. Los compromisos con la transforma¬ción profunda del Perú, no pueden estar avivados por la im¬provisación. No se requiere ni desea una acción obse¬cuente y ciega. La crítica y la discrepancia son parte importante de ese proceso que busca acercar a la juventud con lo mejor de la política. El esfuerzo que quiere hacer docencia política, denuncia la farsa de la “democracia liberal”, utilitaria solo a los poderosos y desdeñosa con los postergados. El rol de un joven político peruano, consistirá entonces en abrir caminos para que el pueblo alcance su propia realización, sin caudillismos y sectarismos, buscando participación auténtica y verdadero diálogo en justicia social, como base de la genuina libertad y el derecho al desarrollo (individual y colectivo) de los ciudadanos.
Nada de esto es fácil y no todo puede hacerse repentinamente, ni todo puede resolverse con pa¬labras. El esfuerzo de conducir una nueva realidad política es extremadamente difícil, por eso el rol de los jóvenes, resulta fundamental, crítico y coopera¬nte.
En la tarea social de los jóvenes, lo único inaceptable será siempre la indiferencia, esa suerte de inacción cómplice que enmascara el deseo soterrado de algunos, de que las cosas sigan siempre igual. Las grandes transformaciones no se logran desde cómodas oficinas, bibliotecas o reuniones sociales con tufillo intelectual, pensar y actuar así, solo favorece a los auspiciadotes de las causas impopulares, a los que obligaron a estudiantes y profesores a tomaran las calles en repetidas oportunidades.
Anhelamos jóvenes políticos capaces de inspirar la construcción del nuevo Perú, en las fábri¬cas, en el campo, en la escuela, en los laboratorios y en las universidades. El Perú demanda seres inquietos en política, ejerciendo ese de¬recho irrenunciable de los que buscan ser libres, sin que pueda confundírseles con aquellos que solo se agazapan en lo público para disimular falencias, sustraerse de responsabilidades o someterse a patrones de todo tipo.
Los problemas empie¬zan a resolverse cuando se reconoce su existen¬cia, entonces los problemas de la juventud comenzarán a resolverse cuando se admita que la gran mayoría de nuestros nuevos ciudadanos, carece de conciencia y formación política; por tanto, su intervención no necesariamente es la más comprometida, ni la más calificada. Hemos llegado al extremo de intrincar popularidad con aptitud política, los resultados electorales parlamentarios recientes, así lo confirman.
El reto no es solo de los partidos políticos, ni de los jóvenes interesados en gobernar, consideramos que además la escuela, la universidad y los medios de comunicación, tienen mucho que decir en esta materia.
No más jóvenes indiferentes para con su patria, definirá el cimiento para la construcción de un Perú más justo; aceptar ello con madurez y valentía, nos corresponde a todos por igual, seamos o hayamos dejado de ser jóvenes.
El joven peruano debe intervenir en todo lo que lo atañe, planteando soluciones, debatiendo las de otros y vistiendo esa democracia que en nuestro país deambula semidesnuda. Ese será el sentido verdadero de una auténtica y constructiva: política de juventud.
Lo dicho es una línea base muy sencilla, una en busca de la relación más cercana entre política y juventud, como el punto de partida para la coopera¬ción y el trabajo conjunto entre mayores y menores. Nuestra visión, absolutamente ajena a prejuicios, apela a la ca-pacidad creadora, a la voluntad y al esfuerzo con¬vencido de los jóvenes para que participen en la inmensa y difícil tarea de organizar una nueva so¬ciedad peruana.
Tags: Alí León Charca

Source: Cusco Noticias